REFLEXIONES



Esta guerra la vamos a ganar… la guerra del aborto. Es cuestión de tiempo… porque el tiempo corre a nuestro favor… porque tenemos TODO el tiempo para ganar. Porque la Vida sigue más allá del tiempo. Eso no lo saben los pobres abortistas, porque muchos no tienen más que el bachiller y además no quieren saber nada… bueno. Su victoria aparente tiene los días contados, porque la Vida tiene la última palabra… y ¡pobre del que se alíe con la muerte!

Parece que van ganando, pero son sólo batallas. Parece que ganan pero en realidad pierden… su propia vida.
______________________________________________________________________________

Ver artículo
______________________________________________________________________________

Lo que no saben los abortistas es que esta guerra la libramos también por ellos (a pesar de que no nos guste nada guerrear, pues somos gente de paz). Luchamos por ellos porque la muerte que eligen es la que se encontrarán un día, más allá del tiempo…una muerte sin fin… sin tiempo. “Lo que siembras, eso cosecharás”, es la Ley de la Justicia… que nadie puede cambiar, porque no está sujeta al tiempo.

Y la ciencia lo confirma. Ver: http://haymasvida.blogspot.com

______________________________________________________________________________

En su borrachera de poder, los abortistas piensan: “yo controlo”, Y no saben que no controlan nada… más que su propio destino. En su ignorancia no saben que ya muchos, antes, intentaron cambiar las leyes de la Vida, y no lo consiguieron: Babel, Sodoma, Roma, Napoleón, Marx… todos han fracasado… y ellos fracasarán también. Es cuestión de tiempo… y el tiempo es corto. La Vida gana siempre … y es Justicia y Verdad, y Belleza y Bondad.

_____________________________________________________________________________

La muerte produce vértigo. Y el vértigo consiste en la atracción hacia el abismo. ”Morbo” le llaman ahora. Es una especie de adicción a la destructividad, propia y ajena. El vértigo o el éxtasis: esa es la cuestión (ver libro de D.Alfonso López-Quintás).

______________________________________________________________________________

“Lo esencial es invisible a los ojos” decía el Principito. Lo esencial es la Vida, que crece silenciosa y oculta en el vientre de las madres. Esa vida sí que es invisible a los ojos (no como los gays y lesbianas)… y sólo es “visible” a los ojos del corazón. Lo malo es que muchas mujeres, hoy en día, han matado su corazón…. para vivir en un mundo sin corazón. O así lo creen… Pero es porque han elegido instalarse en el estómago y las zonas bajas del cuerpo del mundo y han abandonado el corazón de la humanidad…. su propio corazón. El corazón siempre existe: está en el amor con que unos ayudamos a otros… y nos dejamos ayudar.

_____________________________________________________________________________

"Los niños invisibles"

En el más remoto confín de la china vive un Mandarín inmensamente rico, al que nunca hemos visto y del cual ni siquiera hemos oído hablar. Si pudiéramos heredar su fortuna, y para hacerle morir bastara con apretar un botón sin que nadie lo supiese…¿quién de nosotros no apretaría ese botón?”
J. J. Rousseau

Enrique Monasterio www.interrogantes.net

        Me ha venido este texto a la memoria, porque quiero escribir sobre el aborto. Me cuesta hablar –y hasta pensar– sobre tan triste asunto.

        No soy tan presuntuoso como para suponer que tengo algo nuevo que decir. Pero no debería haber un sólo cristiano, ni un sólo hombre o mujer de buena voluntad (escritor, periodista, maestro o pregonero de cualquier especie) que no gritara al menos una vez en la vida contra la salvajada vergonzosa del aborto provocado, que es la mayor amenaza que sufre nuestra civilización.

        Mi problema es que no entiendo lo que está pasando. Como sacerdote debo escuchar, comprender y perdonar todas las atrocidades y miserias de los demás con la esperanza de que Dios perdone las mías: también los crímenes y asesinatos más viles… Pero me desconcierta que nuestra bienoliente sociedad siga legitimando tanta barbarie. ¿Son humanos los cerebros de esos matarifes que van de médicos para triturar niños antes de que nazcan? ¿Qué hay en las seseras de los políticos y de los sedicentes intelectuales que aprueban estas conductas?

        Ya nadie en su sano juicio y con un mínimo conocimiento de la biología, se atreve a negar que en el seno de una mujer embarazada hay un ser humano vivo. De ahí que los abortistas necesiten emboscarse en una selva grotesca de eufemismos y de amaneramientos sintácticos para defender sus prácticas asesinas. Es una cursilería macabra eso de la interrupción voluntaria del embarazo o, como oí por la radio hace un mes, la suspensión quirúrgica de la gestación en fase embrionaria. Ni así cuela.

        Pero el monstruo sigue alimentándose de millones de víctimas inocentes.

        ¿Será que vivimos rodeados de mentes criminales? ¿O son sólo estúpidos, incapaces de entender algo tan simple? Probablemente ni lo uno ni lo otro.

        Quizá la respuesta sea la que da el Dr. Nathanson:

        En realidad –escribe en un libro estremecedor[1]– los médicos sabíamos muy poco sobre el feto y nunca lo habíamos visto excepto como carne picada y desmembrada…

        Y, al narrar el aborto de su propio hijo, que él practicó con sus manos, expresa la misma idea: todo fue frío y aséptico. El niño nunca fue visto como niño, sino como tejido fetal triturado por la más gélida tecnología.

        Sí, es eso. Se trata de niños nunca vistos, de Mandarines lejanos como los de Rousseau, de seres invisibles a los que nadie, ni sus propios padres ni los que les dan muerte, han mirado a los ojos. Si lo hicieran, no podrían continuar la matanza.

        Provocar un aborto es matar apretando un botón, a ciegas; ejecutar a un intruso con una firma. No hay olor a sangre, ni ataúdes, ni cementerios. Degollar en un acto quirúrgico, con música de Mozart, anestesiados el cuerpo y la conciencia, entre vuelos silenciosos de batas verdes.

        Las víctimas son etéreas, niños virtuales exterminados sin saña, igual que se elimina un archivo de ordenador. No hay verdugos. ¿Cómo llamar asesino a ese doctor de mejillas sonrosadas y ademanes bondadosos?

        Los niños invisibles, en realidad, no existen. Son seres sin rostro, sin gestos, sin parecido con nadie. Don Quijote, Hamlet o Mafalda poseen mucha más realidad. El niño invisible no tiene nombre de niño: lo llaman feto, que es nombre de cosa, de apenas nada.

        Hay asesinos que nunca olvidan la última mirada aterrorizada de sus víctimas. Esas miradas permanecen fijas en el cerebro del criminal como un cuchillo, que, en ocasiones, les lleva a la desesperación, al arrepentimiento o al suicidio. Pero los niños invisibles no lloran, ni suplican, ni han aprendido a mirar. Son sólo carne de carnicería, deshecho de quirófano, tejido reciclable. Sus honorables homicidas pueden acallar la conciencia con un güisqui a media tarde.

        Los niños invisibles, algunas veces tienen los ojos negros como el azabache, azules como el mar, o verdes como la esperanza. Pero hay que evitar que lo sepan sus madres. ¡Ah, si lo supieran!: aún sería posible la salvación.

        Sólo Dios los mira. Cuando los niños invisibles abren los ojos ven los ojos de Dios empañados de lágrimas.

______________________________________________________________________________

Un lenguaje correcto sobre embarazo y aborto

P. Frank Pavone
Director Nacional
Sacerdotes por la Vida (Priests for Life)

 Cuando una mujer está embarazada, con frecuencia se dice que "está esperando un hijo" o "va a tener un hijo", o "va a ser mamá". Todos usamos estas expresiones por mera costumbre, y esto no afecta para nada la fuerza de nuestras convicciones pro-vida.

Sin embargo, yo sugiero que dejemos de utilizar estas frases, pues no expresan la realidad en forma veraz.

Una mujer embarazada no está "esperando" un hijo. Ya lo tiene. El niño existe, vive y crece en su vientre. Ella no está por "traerlo al mundo". El ya está en el mundo. El vientre de la madre está en el mundo tanto como la madre misma.

La mujer embarazada no "será" madre. Ya lo es. Al decir que ella "será" madre, inadvertidamente estamos reforzando la idea de que la maternidad empieza con el nacimiento. Esto refuerza la idea de que el niño en realidad lo es sólo a partir del nacimiento.

Una mujer embarazada es una madre completa. No tiene "medio" hijo o un hijo "en camino" ("En camino" ¿de donde?) El niño ya está aquí, en este mundo, en toda su singularidad y en posesión de la misma dignidad que cualquier otra persona.

Si nuestro lenguaje refleja esta realidad, contribuiremos a la comprensión de que los niños en el vientre de su madre son ya miembros de la familia humana. ¡Ahora y aquí!

Entonces la gente podrá hacer la pregunta correcta acerca del aborto

Las razones que muchos dan favor del aborto, giran en torno a la pregunta "¿Deberá ella tener otro hijo?" Nuestra respuesta a puede algunas veces ser "no". Puede haber circunstancias -médicas, financieras y sociales—en las que una persona no deba tener otro hijo.

Sin embargo, si una mujer está embarazada, ella ya tiene un hijo. La cuestión del aborto no es la de traer o no un niño al mundo, ¡sino la de expulsarlo o no del mundo! La cuestión es: "¿Se le cuidará o se le matará?" Mientras algunas veces podemos decir que las circunstancias nos impiden tener otro hijo, nunca podemos decir que las circunstancias nos obligan a matar a un niño.

Somos de hecho muy sensibles a circunstancias como la inmadurez o la falta de recursos para criar al niño. Sin embargo, si el niño naciese ¿desaparecerían los problemas de inmadurez o carencia de recursos al día siguiente del nacimiento? Por su puesto que no. Sin embargo, a partir de ese día cualquiera podría ver que matar al niño no tendría justificación posible. ¿Qué hace al aborto diferente?

El lenguaje es poderoso. Refleja y le da forma a lo que hay en la mente y en el corazón. Un paso pequeño pero necesario para poner fin al aborto consiste en emplear la palabras correctas y hacer la preguntas adecuadas.

Sacerdotes por la Vida: PO Box 141172, Staten Island, NY 10314 Tel. (718) 980-4400        

____________________________________________________________________________________________________

LA FRONTERA

                ¿Dónde está la frontera entre la vida y la muerte? ¿Cual es la divisoria que marca el terreno prohibido que no se debe pisar? ¿Qué es lícito y que es ilícito en el terreno de la vida humana? “Terrorismo NO”, pensamos todos, pero algunos niegan ese mismo derecho a la vida a los más pequeños, a los no-nacidos. Algunos piensan: “Pena de muerte no, pero aborto sí”; y otros: “suicidio no, pero eutanasia... en algunos casos, sí”. ¿Cual es la frontera entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte? La frontera, desde hace 2.500 años, es una frase muy sencilla grabada en piedra: “NO MATARAS”. Esa es la divisoria de los dos “reinos”, el de la vida y el de la muerte, y de nosotros depende elegir en cual queremos vivir. ¿De qué lado estás tú? Porque no se puede vivir con un pie en cada lado.

                La experiencia demuestra que, cuando una persona empieza a excusar la muerte en algunos casos y se coloca en su territorio, le es difícil ya marcar una frontera. Cuando empiezan las excusas y las excepciones, cuando oímos decir: “yo acepto el aborto en el caso de...” empieza a perderse de vista la frontera, y siempre cabe la posibilidad de plantear otro caso que esté al otro lado de la frontera pero muy cerca de su “excepción”. Entonces ya no hay criterios. Entonces ya no hay frontera. En la duda, desaparece la divisoria y el hombre se convierte en juez supremo de la vida y de la muerte;  en un César que decide sobre la vida y la muerte de los demás subiendo o bajando su pulgar. Sólo hay una opción: cultura de la vida o cultura de la muerte. El “sí pero no, no pero sí” no es una opción; es una patología esquizofrénica... el signo de nuestros tiempos. Es ir a manifestaciones en contra del terrorismo y al mismo tiempo, aprobar el aborto.

                En la cultura de la muerte, pasamos a considerar que el valor de algunas vidas es inferior al de nuestra comodidad y nuestra conveniencia. En la cultura de la muerte rige la mentalidad utilitarista y material: al niño sólo se le considera “persona” cuando sus padres le quieren; el niño es un bien cuando es útil al padre o a la madre, cuando es un objeto que sirve para su satisfacción o felicidad. Las prioridades se alteran por obra y desgracia de los legisladores: la “libertad” de la madre (en realidad, de los padres) adquiere más valor que la vida de su hijo y deja de ser un crimen matar por egoísmo, por propia conveniencia. Ese es el motivo del 99% de los abortos en España: no desear su embarazo... no desear a su hijo. Licencia para matar a los “indeseados”... igual que en los hornos crematorios nazis.

                Hoy día en España y en el mundo “civilizado” impera un nuevo holocausto: 50 millones de criaturas al año, por el mero hecho de no ser deseados o por tener (posiblemente) alguna malformación, no son considerados personas por la ley y se les puede matar. No tienen personalidad jurídica, sino que se consideran propiedad de sus padres.

Y es que la cultura de la muerte tiene su propio lenguaje: “personalidad jurídica”, “interrupción voluntaria del embarazo” (¡como si se pudiera reanudar!), “sólo en casos extraordinarios” (los tres supuestos despenalizados). Pero el problema está en hacer cumplir esos casos cuando ya se ha traspasado la frontera, cuando la sociedad ha tomado la Ley al asalto y se ha impuesto la “ley de la calle”, la de los “hechos consumados”. ¿Quién le pone ahora el cascabel al gato de los 54.000 abortos ilegales del año 98... de cada año? ¿Quién llevará a la cárcel a los delincuentes? NADIE... tampoco el Gobierno del PP, que ha indultado a todos los abortistas condenados por los Tribunales. Esa permisividad de “hacer la vista gorda” no es otra cosa que complicidad.

                Y la consecuencia es una sociedad donde el asesinato está legalizado en algunos casos y sus ciudadanos se acostumbran a matar por egoísmo a sus hijos recién engendrados y quizás a sus mayores. ¿Cómo se le puede explicar entonces a esa sociedad que no puede matar también a sus hijos ya nacidos cuando le molestan demasiado, o a su mujer o a su marido, o a un enemigo político? ¿Cómo se puede eliminar la violencia doméstica o el terrorismo? Van juntos, en el mismo bote: el bote del utilitarismo y el egoísmo de nuestra cultura de la muerte.

                En el pecado está la penitencia. Hagámosla de una vez... antes de que sea demasiado tarde. La vida es el bien más preciado que tenemos y si perdemos el sentido de su valor, firmamos la sentencia de muerte de toda la humanidad.

Javier Angel Ramirez 

______________________________________________________________________________

LOS CAMINOS DE LA FELICIDAD

No es imposible para la fuerza humana crear un mundo lleno de felicidad: los obstáculos impuestos por la naturaleza inanimada no son insuperables. Los obstáculos reales se hallan en el corazón del hombre, y el remedio para estos es una esperanza constante, encauzada y fortalecida por el pensamiento.
El mundo que tenemos que buscar es un mundo en el cual el espíritu creador esté vivo, en el cual la vida sea una aventura llena de alegría y esperanza, basada más en el impulso de construir que en el deseo de guardar lo que poseamos y de apoderarnos de lo que poseen los demás. Tiene que ser un mundo en el cual el cariño pueda obrar libremente; el amor esté purgado del instinto de la dominación; la crueldad y la envidia hayan sido disipadas por la alegría y el desarrollo ilimitado de todos los instintos constructivos de vida que la llenen de delicias espirituales.. Un mundo así es posible... espera solamente que los hombres quieran crearlo.

                                                                                                                                        Bertrand Russell

Nota: ¿A qué esperas?

______________________________________________________________________________

LA TRISTEZA Y EL ABORTO

             Cuando al ser humano le amenaza la tristeza puede reaccionar de modos humanamente contraproducentes: o bien se paraliza, inhibiendo sus facultades de superación, o cae en la trepidación ansiosa en busca de placeres compensatorios, o trata de libertarse de su tristeza mediante actitudes de agresión culpando al prójimo como causante de sus propias insatisfacciones.

Esta última reacción es la que se produce en el aborto provocado. Cuando una mujer queda embarazada y no desea al hijo (por razones físicas, psíquicas o sociológicas) se enfrenta a una situación dolorosa que puede originarle tristeza, y la tristeza predisponerla a decisiones inhumanas - por cruentas y regresivas - que después revertirán sobre ella misma de modo más incisivo y angustioso.

Ante esta situación (embarazo no deseado), caben muchas soluciones, pero la respuesta más egoísta, primaria e irresponsable, consistirá en desembarazarse del hijo engendrado. En este caso la mujer se endurece, se hace insensible hacia el nuevo ser engendrado por ella y a pesar de ella, y toma la decisión de eliminarlo. Se persuade -o le persuaden- de que la agresión mortal al embrión, al fin y al cabo, no es tan importante, porque le han inducido a considerarlo sólo como un mero proyecto de vida -o como un quiste, dicen algunos-, y no como una realidad humana distinta de ella misma. Lo agrede, lo elimina, pensando que así se va a liberar del dolor y de la tristeza que la gestación y el alumbramiento de una nueva vida le va a ocasionar.

Pero la naturaleza humana tiene unas leyes universales que los políticos y legisladores no pueden contradecir: ante una actitud y respuesta desnaturalizada, la naturaleza se venga. La mujer que ha provocado el aborto puede acorazarse, atrincherarse, tras un discurso de razonadas sinrazones, pero tarde o temprano se enfrentará con una realidad: ha suprimido una vida humana, por muy incipiente que fuese.

Los psiquiatras hemos tratado depresiones subsiguientes al aborto provocado que denuncian el vacío existencial originado por la pérdida (en este caso, voluntaria) de valores (en este caso, un hijo) que dan sentido a la vida. El aborto provocado produce un vacío existencial determinante de la depresión, la tristeza, los sentimientos de culpabilidad. Es habitual oír decir a estas mujeres -cuya conciencia aún no se ha marchitado-: "me siento vacía". "Mi vida no tiene sentido". y lo dicen con un deseo desgarrador de que se les ayude a reencontrar el valor y sentido de sus vidas.

Si la tristeza planteada por la posibilidad de un hijo no deseado se elude mediante el recurso de la represión abortiva, el efecto regresivo no se hace esperar: la tristeza se hace más incisiva y el dolor más agudo, por que se ha recurrido a la solución desnaturalizada del egoísmo, del endurecimiento, de la agresividad.

Por consiguiente, el replanteamiento actual del aborto provocado no tiene defensa más que en mentes ignorantes, enfermizas o degradadas, quizás víctimas inocentes o no tan inocentes de manipulaciones ideológico-políticas.
 

Dr. Juan Cardona, psiquiatra
_____________
_________________________________________________________________

REFLEXIONES PSICOLOGICAS

            El salto al vacío de la nueva madre lo es a aceptar la nueva vida en sí como lo no-planeado, lo no-manipulado, lo imprevisible, lo desconocido... ¡la aventura! Es abrirse al futuro como co-creadora, co-protagonista con la Vida misma, de la mano de esa otra manifestación de la Vida en su seno, que es distinta y a la vez ella misma. Es re-crearse por medio de la relación con ese otro ser en su interior, aprendiendo a vivir con la Vida, a entenderla y respetarla y amarla, en vez de manipularla. Ese es el reto que se ofrece a la mujer: cooperar con la Vida: ser madre.                        

            El aborto no es un tema de libertad personal más de lo que pueda serlo el vertido de resíduos radioactivos, el terrorismo o cualquier otro delito. El aborto es un tema de responsabilidad personal. Y no es sólo asunto de la mujer, sino que nos compromete a todo; pues ¿quién no es débil y molesto alguna vez? Y un Estado que deja matar a los pequeños, acaso no lo hará también un día con los mayores? La ley del aborto es la sanción de la irresponsabilidad, de la traición, de la decepción... del aborto de la propia humanidad.

            El aborto es el indicador del estado psicomoral de una sociedad: a más inseguridad, desconfianza, insolidaridad, egoísmo, desamor, irresponsabilidad... más aborto. En realidad el aborto es la sanción social y legal de todo ello.                        

            "Cortar por lo sano"; eso es el aborto. Pero ¿por qué no cortar por el chalet, o por las vacaciones o por el coche, que come más que un niño? Porque lo que hay que alimentar, en realidad, es el orgullo... y ¡ese sí que come mucho!

            Vivimos, como Icaro, por encima de nuestras posibilidades, tanto material como moralmente. Vamos arrasando, huyendo de...¡Dios sabe qué! ¿del desasosiego... del aburrimiento... de la tradición? ¿De qué? Vamos huyendo hacia delante, a toda velocidad, ajenos a una posible fiera o precipicio. Hasta que, de pronto, nos lo encontramos, y entonces... cogemos al que tenemos más cerca, al más indefenso de nuestros "porteadores" y le arrojamos a las fieras en nuestro lugar. Eso hacemos con nuestros propios hijos, como sacrificio humano a los dioses de la Sociedad del Bienestar.

            La sociedad está frustrada. Está cercada por los NO's. Por eso necesita descagar su frustración; por eso está llenando su vida de "supuestos", de excepciones a lo que debería ser... para poder descargar su frustración sin consecuencias. Y así la descarga al volante, en el juego, en la droga y en el alcohol... y en el aborto. La descarga sobre los más débiles, los que no protestan ni se quejan... ¡sobre sus propios hijos! Pero, con todo, no se remedia la frustración; sólo se añade más... se añade culpa y remordimiento. Como siempre, los justos pagan por los pecadores, pero ¿sirve de algo su sacrificio? ¿Sirve de algo realmente el aborto?

            Hay un marrón pasando de mano en mano en nuestra sociedad: el marrón de la responsabilidad. Nadie la quiere asumir, y se le pasa al siguiente, al de abajo, al de detrás. "El que venga detrás que arrée", se solía decir. Antes eran los obreros, ahora son los niños... los más pequeños, los que no se ven, para que no se note, para no quedar mal. Y todos a poner buena cara de ciudadanos tolerantes y democráticos. ¡Vergüenza nos debería dar!

            En un tiempo en que se reciclan las pilas y las latas y los plásticos y... ¡todo! ¿cómo vamos a tirar a la basura lo más grandioso que hay: UNA VIDA HUMANA? Cuando tantos claman contra la tala de los bosques, ¿cómo es que tan pocos claman contra la tala de vidas humanas tiernas e inocentes que a miles caen todos los meses? ¿En qué archivo mental se ha traspapelado el tema del aborto? ¿A qué carpeta olvidada ha relegado la sociedad la destrucción de la vida humana? Proteger, informar, reciclar... ¡adoptar! Esa es la tarea pendiente para que los niños puedan volver a nacer en nuestra sociedad.     

Todos bebemos de la misma Fuente,

            respiramos el mismo aire,

            nos alimentamos del mismo Amor.

Si se seca la Fuente,

si se envenena el aire,

si se destruye el Amor....

                        nos morimos ¡TODOS!

Y esa Fuente mana del seno de una madre...

la Fuente del Amor incondicional.

"Como Dios no podía estar en todas partes, hizo a las madres" dice un refrán judío.

            Sin el Amor de madre, se va a pique la nave Humanidad.  

______________________________________________________________________________

REFLEXIONES METAFISICAS

Se dice que hay que acabar con las guerras y, sin embargo, ¿qué es el aborto sino una guerra? En un bando los sentimientos, la bondad, la esperanza, la compasión... en el otro: las razones, el temor, la comodidad, la desesperación. El campo de batalla es el corazón. Ahí se dirime la batalla que todos, de una forma u otra, hemos de librar. Un lado empuña el fusil de NO... el otro, la flor del SI. Flores y fusiles, es la imagen del campo de batalla.
"Lucha desigual", piensan algunos, "imposible para las flores". Pero no se han fijado que, tras las duras heladas de cada invierno y entre el más duro asfalto, brotan, como nuevo aliento de la tierra, las flores que visten de colores la Primavera. No se han fijado que, mientras caen bombas en cualquier sitio del mundo, entre los escombros, las madres amamantan a sus hijos y brota la ternura, la risa, la esperanza, la Vida. ¡A la Vida no hay quien la pare! ¡Ni la muerte! Porque la Vida, desde hace 2000 años, ¡vence a la Muerte!
En estos tiempos parece imposible. Las fuerzas de la Vida están tan diezmadas, tan dispersas, tan desalentadas... Impresiona ver a Goliat alzarse ominoso contra David, tan pequeño y desarmado. Pero todos sabemos el desenlace de esa historia: que poco después de la devastación y la arrogante burla del ejército invasor, su titán Goliat yacía muerto a los pies de un joven y pobre pastor. El poderío de la muerte cayó bajo el valor y la creatividad de la vida.
Del mismo modo, otro David colgado de una Cruz venció a Goliat para toda la eternidad, con la onda de Su Amor. Y nos enseñó cómo hacerlo.
La Muerte ya ha sido vencida. La Batalla ya está decidida. Alistémonos en el bando ganador. Apostemos por la Vida. ¡Apostemos por la Paz!

         El mundo no sabe vivir porque no sabe morir. No sabe dejar que se extinga Lo Viejo para dejar paso a Lo Nuevo; el Pasado, para dejar sitio al Presente. El mundo vive aferrado a una sombra: la sombra de Lo Que Ha Sido... y no quiere crecer. Y por eso muere, porque prefiere el harakiri al Paraíso (más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer). El mundo se suicida por el temor a Lo Nuevo, a la Vida. Aborto, eutanasia: dos caras de la misma moneda: la moneda de la Muerte, la moneda del Infierno.  

            Pero ¿porqué se aborta? Porque para algunas personas, la vida ya no tiene valor, ni la ajena ni la propia. En el fondo del aborto está un gran desprecio a la vida, pues tal como se entiende hoy, no tienen apenas valor ni sentido. ¿Para qué vivir? ¿Para qué traer un ser a este mundo? ¿Para trabajar 10 horas en algo que no interesa en absoluto, y dedicar el resto del día a intentar olvidarse ello? ¿Para buscar alivio en el sexo, en la televisión, en el alcohol, la droga, el juego... para nuestra insatisfacción? Si esa es la vida, no es muy digna de aprecio, ni mucho menos de "reverencia" como preconizaba Albert Schweitzer, que ya veía venir en los años 40 lo que iba a ocurrir por la comercialización de la vida, humana y no-humana.

            No nos importa destruir la vida porque hemos perdido su sentido. Hemos olvidado el potencial que contiene a fuerza de no realizarlo. Hemos olvidado que el sentido de la vida es correr la mayor aventura... la del amor. Pero es que hemos perdido también el sentido del amor, a fuerza de tantas adulteraciones. Y al perderlo, lo hemos perdido todo: nos hemos perdido a nosotros mismos! Nos hemos convertido en una máquina, en un manojo de piel y carne movido por hilos invisibles.

            Hemos olvidado que la vida SI tiene un sentido; que hemos venido al mundo para una obra grandiosa: transformar el diamante en bruto (o el carbón) que recibimos al nacer y convertirlo, con nuestras "ansiedades" superadas, en una joya refulgente, perfecta, capaz de captar y reflejar la Luz que es Vida y es Amor. Hemos olvidado que estamos aquí ¡para ser felices!, no simplemente "para pasarlo bien" o "para sobrevivir". Decía Tagore que "Cada niño que nace trae el mensaje de que Dios aún confía en el hombre". Con cada nueva luz, con cada nuevo ser, Dios sigue confiando transformar esta pobre tierra en un Paraíso. Cada niño que nace es una invitación a volver, con él, a la Fuente y calmar nuestra sed del corazón. Porque ¡nadie como los niños para dar de beber al sediento... de amor! Cada niño trae debajo del brazo el pan... y el agua que sus padres anhelan. Si lo quieren descubrir.                   

También de Rabindranath Tagore:  

"Toda la tierra es mi lugar de nacimiento, y todos los humanos son mis hermanos" y

"No hay extraños, sólo amigos (e hijos) que aún no hemos conocido".      
 

            En cada concepción se repite el Big Bang del universo. Cada vida humana es tan grande y tan valiosa como todo el universo... porque ES un universo... personal. Cada ser humano es un reflejo del Creador del Universo, que le ha dado la inmortalidad y se la ha devuelto en la Cruz. Cada vida humana está llamada a la eternidad y a la plenitud de gozo en el Amor.

            Pero todo eso se destruye en cada aborto ... 60 millones de veces cada año!

            Desde que "Dios ha muerto", el mundo no sabe vivir. Sólo sabe abortar: el amor, la ternura, la justicia, la confianza, la compasión... la VIDA ... en gestación.

Palabras de Juan Pablo I
I:

            "La vida vencerá, y esta es una esperanza segura para nosotros. Sí, vencerá, porque de parte de la vida están la verdad, el bien, la alegría... el verdadero progreso. De parte de la vida está Dios, que ama la vida y la da con generosidad". "Sin una cultura que mantenga, firme, el derecho a la vida y promueva los valores fundamentales de toda persona, no se puede tener una sociedad sana ni garantizar la paz y la justicia."

EL ABORTO ES CONSERVADOR  

            Ser abortista, por definición, es ser conservador: querer conservar lo que un hijo amenaza con destruir. Es un conservadurismo extremista, pues llega hasta el extremo de matar para conservar el status quo, para seguir como antes, para conservar sus proyectos y bienes. El abortista mata porque no quiere cambiar, ni que nada ajeno a sus planes le cambie su vida. El abortista no quiere fluir con la vida, con lo nuevo; no quiere vivir la aventura... si no está controlada. El abortista es el prototipo del dictador que llega a la forma más extrema de represión: la eliminación de aquél que se oponga a su voluntad... aunque sea su propio hijo.


EL ABORTO ES UNA GUERRA

  EN EL SENO DE UNA MADRE

  ...Y DE TODA LA HUMANIDAD.

            La Constitución Española de 1978, en su Artículo 15, dice: "Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra."

            A todos los efectos, el aborto es una pena de muerte con tortura y tratos inhumanos y degradantes para un ser humano en gestación. Evidentemente, se debe estar aplicando la salvedad del Estado de Guerra hecha en la Constitución para que tal cosa pueda ocurrir. Ergo: el Estado español considera al niño no nacido el enemigo público nº1 y permite que se le dé caza con "todo el peso de la ley"... aunque sea ilegal (ver la Legislación Española).

 

Lo más importante... ver aquí