CÓMO EMPIEZA LA VIDA

       
El amor es algo VIVO... es la vida misma, pues sin amor se marchita. Porque está vivo, su tendencia natural es a “hacerse carne”. La encarnación del amor humano es un niño.

        El óvulo es la célula más grande del cuerpo humano. Cada mes empieza su viaje desde el ovario hasta el útero, a la espera de ser fecundado. Cuando madura, en la Trompa de Falopio, son expelidos la mitad de los cromosomas, que se reúnen en una pequeña célula llamado “cuerpo polar”, en el interior de la pared del óvulo. De esta forma quedarán sólo los 23 cromosomas necesarios para formar un nuevo ser humano.

        Los espermatozoides son las células más pequeñas del cuerpo humano (6 centésimas de milímetro) y se liberan unos 500 millones en el momento de la eyaculación. Son los portadores incansables de la carga genética masculina –23 cromosomas- que está contenida en su cabeza o “acrosoma”. En la cola se halla su reserva energética o mitocondrias que le permiten impulsarse durante muchas horas sin repostar de la secreción de las Trompas de Falopio. Aproximadamente un millar de golpes de cola hacen avanzar al espermatozoide un centímetro, y para nadar 10 centímetros, necesita media hora, si no encuentra obstáculos. Necesitará unos veinte mil latigazos de su cola para conseguir llegar al óvulo.

      De los 500 millones de espermatozoides que emprenden el viaje, sólo unos pocos centenares llegan al óvulo, atravesando el extrecho orificio del cérvix y los intrincados conductos de la Trompa de Falopio. Aquellos que logran llegar, empiezan a actuar sobre la superficie del óvulo para intentar traspasarla: le dan topetazos, la rozan con la cola y... de pronto, el óvulo empieza a girar sobre sí mismo lentamente, como un cuerpo celeste en el espacio, como si estuviera bailando la danza de la vida. El escenario es la Trompa de Falopio.

      Por lo general, unos diez espermatozoides consiguen atravesar la pared del óvulo, actuando como un taladro impulsado por su cola. Traspasan las células nutrientes que lo rodean, con la ayuda de las enzimas de su capuchón o acrosoma, e incluso se cree que estas le ayudan a entrar. Sólo uno, el ganador, consigue penetrar en el plasma celular del óvulo para depositar en él su valiosa carga genética. En ese momento, la composición química de la pared del óvulo cambia para bloquear el paso a los demás espermatozoides. Entonces se produce la fusión del material genético masculino con el femenino, almacenado en un núcleo en el interior del óvulo. Es el momento de la concepción de un nuevo ser humano, y ocurre normalmente antes de transcurrir 24 horas. A partir de ese momento existe un embrión de ser humano distinto de sus padres y de cualquier otro ser.

     “Cada uno de nosotros comienza a existir en un momento preciso en el que toda la información genética necesaria y suficiente es recogida por una sola célula, el óvulo fecundado, y este es el momento de la fecundación. No hay la menor duda de ello, y sabemos que esta información está inscrita en un tipo de registro que llamamos ADN.”

       Dr. Jérome Lejeune  (Premio Nóbel de Biología)

      Unas cuantas horas después, el óvulo se divide por primera vez en dos células, cada una de las cuales contiene la carga genética de sus progenitores: un genoma nuevo y único en la historia. El óvulo fecundado o zigoto avanza lentamente hacia el útero impelido por millones de cilios de la Trompa de Falopio. El nuevo ser es humano (tiene 46 cromosomas) y está vivo (es capaz de reemplazar las células de su cuerpo cuando éstas mueren); sólo necesita alimento y tiempo para crecer hasta ser adulto.

      Dos días y cuatro células visibles. La célula se mueve vigorosamente, dividiéndose una y otra vez cada 12 a 15 horas. Esta actividad frenética continuará durante los tres o cuatro días que el zigoto (óvulo fecundado) permanece en la Trompa de Falopio. El racimo de células está inmerso en células nutrientes que alimentan al hambriento zigoto. En este tiempo corre el riesgo de quedarse adherido a uno de los múltiples pliegues de la membrana mucosa de la Trompa de Falopio y morir.

      A los cuatro días, el nuevo ser humano tiene ya 16 células y recibe el nombre de “mórula”. En esta etapa es usado regularmente como material de experimentación por los investigadores, para lo cual se ha acuñado recientemente el término arbitrario de “pre-embrión” (por ser anterior a la implantación). Sus células se denominan “células madre” o “germinales”, por su capacidad para formar cualquier órgano o tejido del nuevo ser en gestación, que es destruído por los científicos para manipular sus células con supuestos fines “terapéuticos”.

  5º día, y el óvulo fecundado está llegando ya al útero por la Trompa de Falopio. El nuevo ser comprende ya un centenar de células y se denomina blastocito. Contiene un genoma único e irrepetible, que se irá expresando a lo largo del desarrollo, proceso que durará toda la vida. Las células empiezan a diferenciarse y se comunican con el organismo de la madre enviándole “mensajes” en forma de sustancias químicas (hormonas, neurotransmisores, proteínas, enzimas) propias de un ser humano individual.

  Al 6º o 7º día, el blastocito llega al útero y se desprende de su pared exterior a fin de poder seguir desarrollándose e implantarse en la matriz. El interior compacto del blastocito se hace líquido, para preparar el saco amniótico, y se distinguen ya el nuevo ser (arriba) y la incipiente placenta (abajo). Durante esta fase de morfogénesis, las células embrionarias se multiplican, se desplazan, adquieren diversas funciones, ejercen fuerzas y tensiones, y emiten y reciben señales. Todas estas actividades están regidas por la información contenida en la molécula de ADN presente en cada célula, que le informa exactamente de lo que debe hacer.

  8 días y el blastocito “aterriza” en el útero. Está compuesto de unas 200 células que ya son distintas entre sí. Desarrolla ahora un “mucus” u hormona protectora (en  azul) que impide el rechazo por parte del organismo de la madre, pues el embrión es un ser distinto de la madre, aunque no ajeno a ella, como lo serían los órganos transplantados. El moco del blastocito forma una especie de santuario para el embrión que lo protege del sistema inmunitario de la madre. 

      Por influencia de la fecundación artificial, se considera que la implantación del embrión en el útero marca el comienzo del embarazo, aunque el embrión es el mismo ser antes que después de la implantación. En la fecundación natural, el embrión está dentro de la madre desde el momento de la concepción.

      

  11 días y un milímetro de diámetro: el blastocito penetra hondo en la pared del útero (endometrio) para asegurarse el alimento, del que le privan las píldoras post-coitales. El embrión se hincha y sus células se dividen unas dos veces al día. En el duodécimo día ya tiene unas 2.000. En esta fase, el embrión continúa “comunicándose”, más aún, con la madre a través de hormonas, neurotransmisores... etc. Que pasan al organismo materno para hacer que éste se adapte a la presencia del hijo. Sin esta comunicación, el organismo de la madre rechazaría al nuevo ser por tener éste un patrimonio genético en un 50% extraño a la madre (el del padre). La hormona Gonadotropina Coriónica Humana (hCG) informa a los ovarios de que se ha producido el embarazo y que no necesita más ovulaciones ni proseguir la menstruación. Es esta hormona la que detectan las pruebas de embarazo. También se da una aumento de la hormona progesterona, producida ya por la propia placenta del embrión, para hacer que crezca el endometrio.

  3 semanas y 2 mm de largo: Algunos consideran éste el momento de la individualidad del nuevo ser, a partir del cual no suele dividirse en gemelos. La capa germinal externa (la piel del embrión) está hendida por la canaladura del tubo neural. El abultamiento de arriba es el rudimentario cerebro (prosencéfalo) de donde empiezan a emerger nervios. Más abajo se aprecia el rudimentario corazón. Se pueden observar tres capas celulares distintas a partir de las cuales se empiezan a formar todos los órganos corporales. Ahora deben coordinarse para funcionar como un todo orgánico, y el embrión “pone a prueba” cada día a sus recién combinados sistemas para asegurarse de que todo funciona según el plan del ADN.

   4 semanas y 6 mm de largo: El embrión muestra los claros rudimentos del cerebro y la espina dorsal. Entre los días 18 y 25, su corazón empieza a bombear sangre al hígado y a la aorta. El abultamiento de arriba son los arcos branquiales y rudimentario pulmones. Comienza el desarrollo de los ojos y de las vértebras, desapareciendo gradualmente la cola. Entre las vértebras aparece tejido conjuntivo y muscular, así como haces nerviosos que formarán la red nerviosa corporal. Ya son millones las células del pequeño organismo.

  5 semanas y 10 mm: A partir de esta semana, su crecimiento se acelera a razón de 1 mm diario. Se vislumbra ya su corazón y su hígado, debajo de la cabeza en la que se distingue claramente el primitivo ojo. A los lados empiezan a insinuarse los brazos. Desarrolla ahora un repertorio complejo de actos reflejos. En su espalda se observan las incipientes vértebras, y delante de él se extiende la placenta, que progresa rápidamente hacia el endometrio y los vasos sanguíneos. Por ella, el embrión absorbe los nutrientes de la sangre materna y desecha sus productos metabólicos. Se ha descubierto recientemente que el embrión envía ahora células-madre a la médula materna, donde se implantarán para producir linfocitos (defensas) que aumentarán la inmunidad de la mujer para todo el resto de su vida y compensarán el descenso inmunitario producido en las primeras fases de gestación para evitar el rechazo del embrión. Estas células-madre que el feto “regala” a la madre siguen presentes en la mujer hasta 30 años después del parto. Así, se puede decir con propiedad, que “un hijo es para toda la vida”.

  6 semanas y 15 mm: Ocurre el “avivamiento”, es decir, el embrión empieza a moverse. En sus ojos se distingue la retina y el cristalino. El embrión produce su propia sangre a partir del saco vitelino, y su corazón bombea ya a un ritmo de 140 a 150 pulsaciones por minuto, el doble que su madre. La energía del corazón alcanza el 20% de la de un adulto y ya se le puede hacer un electrocardiograma. También se pueden registrar sus ondas cerebrales. Flota en su saco amniótico conectado a la matriz por medio de la placenta (mancha inferior derecha) para recibir el alimento y el oxígeno que aporta la sangre materna. La placenta también actúa como una barrera para proteger al embrión de infecciones y de sustancias tóxicas (fármacos, etc.) provenientes de la madre. Sin embargo, otros no son filtrados y pueden causar malformaciones y muerte al niño en gestación.

  6 semanas y media (2 cm.): El embrión es visible ya por ultrasonido y se le puede hacer la primera ecografía. Empiezan a formarse la manos y se distinguen ya las orejas y nariz. Las células cerebrales toman contacto unas con otras y algunas forman ya haces nerviosos primitivos. Cada minuto se crean 100.000 nuevas células nerviosas, y en el momento del nacimiento el niño contará con un billón de neuronas. Se forman las huellas digitales en manos y pies.

  8 semanas (4 cm y 13 gr): Todos los órganos están ya en su sitio y se irán desarrollando y perfeccionando durante los meses restantes. En cincuenta días ha pasado de una sóla célula a muchos millones, todas perfectamente programadas para sus funciones específicas. Ahora el riesgo de malformaciones y aborto empieza a disminuir. Es sensible al tacto y al dolor. El corazón lleva latiendo dos semanas y ya se pueden detectar sus latidos. A partir de ahora el embrión empieza a denominarse “feto”.

2 meses. Nada libremente por el líquido amniótico, recorriendo el saco amniótico una vez por segundo con brazadas de nadador. Puede formar ya un puño para agarrar un objeto si se le pone entre las manos. Mueve fácilmente la cabeza, los brazos y el tronco, y con estos movimientos expresa sus gustos y aversiones, dando scudidas y patadas bien colocadas. Ya tiene un ciclo de dormir y despertar. Su tálamo (centro de la sensibilidad y el dolor) empieza a registrar actividad nerviosa y aparecen en su piel los nervios sensitivos y nociceptores.

  Dos meses y pico. Descansa en su santuario como en una cápsula espacial, flotando en el líquido amniótico. Está satisfecho y feliz, con todas sus necesidades cubiertas por la madre Naturaleza. Según los hallazgos de la terapia de regresión, este estado es lo más parecido a una experiencia mística, como estar en el Paraíso. Le molesta mucho que le manipulen, y si se presiona o pellizca el vientre de la embarazada, se aleja deprisa.

  9 semanas: Todos sus órganos funcionan. Músculos y nervios se van sincronizado. Mueve los brazos y piernas, da volteretas y nada en el líquido amniótico. Oye ruidos y los recuerda. Si le pinchan, siente dolor. Se distinguen sus ojos con retina, cristalino y párpados. Ya entreabre los ojos. Se han desarrollado los pies y los dedos de los pies.

  9 semanas. Todos sus órganos funcionan. Los músculos y nervios están sincronizados. Las ecografías le muestran a veces chupándose el dedo y a veces con hipo. Traga, y mueve la lengua. Si se le toca la palma de la mano, la cerrará en forma de puño (realziado experimentalmente). Nada por el saco amniótico y da volteretas.

  10 semanas (2 meses y medio). Aparecen las uñas y las huellas dactilares. Se despierta cuando lo hace su madre y se duerme también con ella, pues su cerebro ya está funcionando. Está tranquilo cuando ella está serena, y siente su ansiedad cuando ella la tiene. Reacciona inmediatamente a cualquier amenaza, como se puede ver en el vídeo “El Grito Silencioso” donde una niña de 10 semanas huía del instrumental abortista y aumentaban sus pulsaciones de 140 a 200 por minuto. Al ser descuartizada por el aparato de succión, abría la boca, echando su cabeza para atrás como en un grito silencioso.

  11 semanas (3 1/2 cm y 20 gr): Su cuerpo da sacudidas y se mueve, hipa y flexiona los diminutos brazos y piernas. Es muy expresivo, frunciendo a veces el ceño y chupándose el pulgar. Gira la cabeza y abre y cierra los pequeños labios. Todos sus órganos están funcionando, así como el cerebro. El nuevo hígado, bazo y médula ósea sustituyen ahora al saco vitelino en la producción de la sangre fetal.

12 semanas (3 meses): Todos los sistemas de órganos están funcionando. Respira, traga, digiere y orina. Es capaz de fruncir el ceño, bizquear y hacer muecas. Es muy sensible al dolor, y da un respingo cuando se le pincha o al oir algún ruido. Busca una posición más cómoda cuando se le perturba. Traga más rápido el líquido amniótico si se le inyecta una sustancia dulce, y deja de tragar si es amarga o agria, y ¡hasta hace una mueca! Se le puede enseñar, a través de señales acústicas, a anticipar un estímulo doloroso y retroceder antes de que ocurra. Pero no hay dos criaturas de la misma edad que reaccionen igual; ya tienen su individualidad.

            En esta etapa adquiere los reflejos básicos: si se acarician sus párpados, bizquea, y acariciando sus labios empieza a succionar (realizado experimentalmente en el útero).

  15 semanas y 12 cm.: comienzan a perfilarse los rasgos faciales. La frente está creciendo, con los vasos sanguíneos muy marcados bajo la piel. Los ojos están cerrados y no volverán a abrirse hasta que el feto tenga 7 meses. Los brazos ya son lo suficientemente largos para que las manos se agarren la una a la otra. Desde las 13 semanas ya tiene cuerdas vocales y se le ha oído hasta llorar. Ya empieza a tener vello y los pelos de la cabeza y cejas se hacen más gruesos.

  4 meses y 16 cm de largo: Sus órganos se van perfeccionando y creciendo, mientras recibe su alimento por el cordón umbilical. Ya sueña y se pueden registrar sus ondas alfa. Percibe la luz y los sonidos y si se le enfoca con un fetoscopio lumninoso, se tapa los ojos. La música muy alta le hace ¡taparse los oídos! Es sensible a la música y le gusta oir cantar a su madre y la música melódica. El rock le pone muy nervioso, así como las voces de sus padres cuando se pelean, y empieza a patalear furiosamente. Es muy sensble al tacto; si se le cosquillea accidentalmente el pericráneo durante un examen médico, mueve la cabeza deprisa.

  4 meses y una semana: Su carita ya está formada y sólo le falta perfeccionarse. Está ya cubierto de un vello llamado “lanugo” que le protege de infecciones cutáneas reteniendo la grasa cutánea protectora. Se forman ahora las uñas y tiene ya formadas las huellas dactilares. La madre ya siente, a veces, los movimientos del niño. A esta edad ya están formados los órganos sexuales, en los niños con precursores de espermatozoides, y en las niñas con los cinco millones de óvulos contenidos por los ovarios, que serán suficientes para toda la vida de la mujer.

  4 meses y medio (24 cms): Los órganos genitales se aprecian ya con toda claridad, en los niños el pene y en las niñas el clítoris. En los ovarios y testículos están ya los primitivos óvulos y espermatozoides. El feto da patadas y gira sobre sí mismo; agarra y se estira, con movimientos deliberados y coordinados. La madre ya puede sentir los movimientos del feto. Entre la semana 12 a la 18, el desarrollo del niño se ve especialmente afectado por el alcohol. Este es muy peligroso para el desarrollo del cerebro que está ocurriendo en esta etapa, pudiendo causarle malformaciones, enfermedades, y hasta la muerte. También el tabaco produce un retraso en el desarrollo del tejido fetal por falta de aporte de oxígeno, consumido por el tabaco.

  5 meses: Es muy sensible a los ruidos; se asusta con los portazos y responde a sonidos que un adulto no detecta. La música armoniosa le tranquiliza y se duerme. Si oye música clásica, adquirirá habilidades musicales que podrá desarrollar después de nacer, como fue el caso del pianista Rubinstein.

  5 meses y medio: Durmiendo en su Paraíso, vive su desarrollo en íntima conexión con los sentimientos de su madre. Su “radar emocional” detecta también las neurohormonas producidas por el temor materno, que afectan al ambiente intrauterino poderosamente. En estudios sobre abortos espontáneos, se ha descubierto que todas las madres sentían fuertes temores de diversos tipos.

  5 meses y medio: El niño ya está formado y perfeccionando todas sus estructuras. Por el cordón umbilical recibe el alimento y oxígeno de su madre y expulsa sus deshechos. Los vasos sanguíneos del cordón umbilical están embebidos en una sustancia firme y gelatinosa que impide que se formen nudos que pudieran cortar el flujo sanguíneo. El niño empieza ya a ser viable fuera del seno materno y se dan cada vez más casos de cinco-mesinos que salen adelante. Da patadas y se mueve coordinada y libremente por el saco amniótico. La madre siente ya sus movimientos y también su hipo, en una especie de calambres. El feto reacciona y salta ante los ruidos altos y alarmantes.

18 semanas (6 meses): Se chupa el dedo para dormirse y se le ha oído hasta llorar. Empiezan a funcionar las glándulas sebáceas y sudoríparas y su piel se recubre de un ungüento protector llamado “vernix caseoso”. Está ya formado, y sólo le resta crecer y perfeccionarse. El agua fría le desagrada mucho, y si se le inyecta en el vientre de la madre, el feto patalea enérgicamente. Ya tiene su propio sistema inmunológico que le protege de virus y bacterias. A esta edad se consideraba, desde Aristóteles, que ocurría el “avivamiento” o inicio de la vida, pues hasta entonces no lo sentía la madre. Sigue siendo legal abortarle.  

  6 meses y 24 cm: Hecho un ovillo en el saco amniótico, cada vez tiene menos espacio para moverse. Está ya completamente formado y sólo necesita crecer un poco más para salir a la luz. Ya es viable fuera del vientre materno. Reconoce la voz de su madre y de su padre y reacciona a todos los ruidos, pataleando cuando le desagradan. La música clásica le encanta, especialmente Mozart y Vivaldi, que le hace tranquilizarse. Por el contrario, Brahms, Beethoven y la música Rock le hace patalear enfadado.  

   7 meses: Ya está casi preparado para nacer, con todas sus estructuras, órganos y hasta cejas. Su comportamiento es como el de un recién nacido, considerando su limitación de espacio. Oye perfectamente todo lo que ocurre a su alrededor: el latido del corazón y los ruidos estomacales, así como la voz de su madre, de su padre y los sonidos “de fuera”, entre ellos la música. Por el latido del corazón de su madre sabe cómo ella se siente y si es regular, se siente seguro y tranquilo. Es capaz de interpretar sus pensamientos y sentimientos, por lo cual algunos investigadores deducen que ya tiene consciencia y personalidad. El prestigioso Dr. Dominick Purpura (director de la revista Brain Research) sitúa el comienzo de la consciencia entre el 7º y 8º mes de gestación. Señala que en este momento, los circuitos neurales del cerebro están tan desarrollados como en un recién nacido. Ya utiliza sus cuatro sentidos.

 8 meses y 45 cm: Ya está perfectamente formado y no aparece ninguna estructura ni función nueva hasta el momento de nacer. Sólo va creciendo y madurando, mientras va produciendo gran cantidad de anticuerpos. En esta etapa digiera casi 4 l. De líquido amniótico por día, y lo elimina por medio del cordón umbilical. Por ello, y ya desde el 6º mes, es especialmente peligroso el consumo de alcohol. La corteza cerebral está lo suficientemente madura para sustentar la consciencia. A partir de los 8 meses el niño ya sueña, pues los registros electroencefalográficos empiezan a detectar ondas alfa, propias del sueño REM. El niño ya recuerda o retiene sus evocaciones, como ha demostrado el Dr. Stanislav Grof.

  9 meses: Ya está listo para nacer, pues no cabe apenas en el saco amniótico. A esta edad suele pesar entre 3 y 4 kg. Y su corazón bombea 1140 l. De sangre por día. Se coloca cabeza abajo para encajarse en el canal del parto, y él mismo decide cuando nacer, dando una señal química al organismo de la madre para dar comienzo al parto.

¡YA ESTOY AQUI! Ya respiro yo solito. He nacido a vuestro mundo pero soy el mismo de ayer. Sólo ha cambiado mi ambiente, pero soy el mismo niño dentro que fuera del vientre. Mi desarrollo seguirá a lo largo de toda mi vida, tanto física como psicológicamente.

 

  El amor se hizo carne y habitó entre nosotros.

                        EL PARAISO SIGUE EXISTIENDO
Está en el vientre de una madre:
ni hambre ni sed, ni frío ni calor;
sólo paz y seguridad al arrullo de un corazón.

¡NO DESTRUYAS EL PARAISO!  

Para saber más:

Documental de National Geographic "En el vientre materno" en Youtube (11 capítulos)

“Nacer, la gran aventura” de Lennart Nilsson. Ed. Salvat

“La vida secreta del niño antes de nacer” del Dr. Thomas Verny y John Kelly. Ed Urano

“El Inicio de la Vida”, dirigido por Mónica López Barahona y Ramón Lucas Lucas. Ed B.A.C 

Vida Humana Internacional (www.vidahumana.org)