El control sobre la propia vida es uno de los principales objetivos y
logros de la cultura moderna. Así, también, cuándo y cuánto aumentar la
familia ha pasado a ser una prerrogativa del Hombre, más que de la Naturaleza.
Con un bajo margen de error, la mujer moderna puede controlar su fertilidad para
espaciar el nacimientos de sus hijos o incluso impedirlos.
Aquí podrá conocer
los distintos métodos de control de la natalidad y su margen de error, desde
los métodos “de barrera” como el preservativo y el diafragma, hasta los métodos
naturales, pasando por la famosa píldora anticonceptiva y la esterilización química
hasta la vasectomía y la ligadura de trompas.
También podrá conocer los riesgos que conlleva el interferir con la
Naturaleza, que como una Madre, nos tolera nuestras agresiones, pero cuya
paciencia - también como ellas - tiene un límite.
Si desea
profundizar un poco más, podrá conocer los antecedentes históricos de este
movimiento mundial de control de la natalidad, así como sus connotaciones
sociopolíticas. Y podrá comprobar la veracidad de nuestras afirmaciones, en palabras de un ex-director del Banco Mundial (VER).
Análisis
histórico y sociopolítico:
Desde que a mediados del siglo XX se produjo el fenómeno de la revolución
sexual y el consiguiente consumismo sexual, la sexualidad ha dejado de estar
autoregulada por la relación matrimonial para convertirse en una actividad
desligada del contexto sentimental y social del individuo. Por ello se ha
producido una promiscuidad que ha dado lugar a una procreación anárquica y,
consecuentemente, a graves problemas sociales y psicológicos. Para controlar
este problema a gran escala, y por otra parte, para aumentar el lucro
capitalista derivado de él, los Estados occidentales han promocionado la
producción y consumo de fármacos y artilugios para evitar la procreación.
Estos son los métodos anticonceptivos, que desde hace un tiempo y
subrepticiamente, se han ido convirtiendo en abortivos.
Por otra parte, la frontera entre la
anticoncepción y el aborto ha sido tan difuminada, que muchos países
consideran el aborto como un medio más de control de la natalidad. Desde los países
de tradición marxista, se ha ido extendiendo esta mentalidad a todo Occidente,
y actualmente está siendo, incluso, impuesta a los países de tradición
cristiana como condición para recibir créditos de organismos internacionales.
Este es el caso de Hispanoamérica, donde la mayoría de los Estados se resisten
con esfuerzo a esta nueva forma de imperialismo demográfico. Y probablemente
sea también el caso de España.
El origen del control de la natalidad se
remonta a 1919 cuando Margaret Sanger publicó su revista titulada “Birth
Control Review”. En ella afirmaba que su objetivo era que hubiera “más
hijos para los capacitados y menos hijos para los incapacitados". Margaret
Sanger estaba ligada a la, también nóvel, Eugenic Society que promovía los
mismos principios que inspiraron la superraza del nazismo. Más tarde, tras
el horror producido en la sociedad por el Holocausto nazi, la Eugenic Society se
hizo clandestina y cedió sus oficinas en Londres a Margaret Sanger para lavar
la cara al movimiento eugenésico y de control de la natalidad, creando en 1952
la Federación Internacional de Paternidad Planificada (IPPF). Ese mismo año,
J.D. Rockefeller III fundaba en Nueva York el Consejo de la Población con los
mismos fines de control de la población. Ese fue el comienzo del movimiento
mundial antinatalista.
Margaret Sanger era enemiga del matrimonio,
aunque se casó varias veces pero únicamente para obtener fondos para su causa.
En su libro “Woman and the New Race” (La mujer y la nueva raza) decía sin
ambages: “lo mejor que puede hacer una familia numerosa por su miembro más
pequeño es matarle”. Basada en la explosión demográfica, esta filosofía se
ha extendido rápida y masivamente por todo el mundo gracias al apoyo económico
multimillonario de magnates como Bill Gates, Ted Turner y el mismo Rockefeller,
así como de Gobiernos de EE.UU. y de la U.E.
Sin embargo, en la actualidad,
este argumento ha perdido su valor por el preocupante descenso de la población
en el mundo Occidental y también en el Tercer Mundo, a causa de otros factores
como el SIDA, las guerras, desastres naturales y hambrunas. A pesar de ello, el
movimiento antinatalista no ha desaparecido ni perdido fuerza, sino más bien al
contrario. Su nueva justificación o “nuevo look” es la “salud
reproductiva” o “derechos reproductivos de la mujer”. Los grupos que la
defienden alegan que el aborto es un derecho de la mujer y que es bueno para su
salud, a pesar de que 2000 años de Derecho Civil y numerosos estudios científicos
afirman todo lo contrario.
Pero muchos Gobiernos están dispuestos a
cambiar radicalmente sus legislaciones para dar luz verde al aborto como
“derecho”, así como a promover y apoyar todas las iniciativas del IPPF y
afines. Así, la USAID, Agencia de “ayuda al desarrollo” norteamericana concede fondos millonarios a la IPPF (bajo gobiernos Demócratas),
aunque a condición de “vender” anticonceptivos y aborto en lugar de
practicar esterilizaciones (business is business).
Mahatma Gandhi, cuyo país ha sido un campo de batalla del control
demográfico durante décadas, dio en el meollo del asunto cuando hizo notar a
la fundadora de Paternidad Planificada, Margaret Sanger, que:
Si
se sostiene que el control de natalidad es necesario para la nación debido a la
superpoblación, yo discuto la premisa. Nunca se ha demostrado. En mi opinión,
si hubiera un sistema de tierra adecuado, una mejor agricultura y una industria
suplementaria, este país [la India] sería capaz de mantener al doble de gente
que la que tiene hoy.
Estoy totalmente en contra de
los medios artificiales de control de la natalidad y no me es posible
felicitarla a Ud. [Sanger] o a sus colaboradores por haber creado una asociación
cuyas actividades, si tienen éxito, solo pueden hacer un gran daño moral a la
gente. Me gustaría poder convencerla a Ud. y a sus colaboradores para que
disuelvan esta asociación y dediquen su energía a una mejor causa. Discúlpeme
por darle mi opinión de manera tan clara.
La fertilidad diferencial llevará, con toda seguridad, a un escenario
socio-económico mundial muy distinto en poco tiempo. Los musulmanes, entre
otros, reconocen muy claramente que hay más de una forma de conquistar el
mundo. Como declaró Atifa Dawat, “Cuantos más hijos tengamos, mejor será.
Cuando haya suficientes musulmanes en el mundo, entonces lograremos la victoria
sobre el mundo”.
Los
Estados Unidos y la U.E. querrían ejercer el control por el método contrario:
convenciendo a las mujeres del Tercer Mundo para que dejen de tener hijos. Este es,
pues, el nuevo rostro del imperialismo capitalista, que vende ahora su control y
explotación con el maquillaje de “salud y derechos reproductivos”. Esta es
la realidad de la campaña mundial de control de la natalidad que está
destruyendo la naturaleza física, psicológica y social de la
humanidad.